Watunakuy, encariñarse con la semilla

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Texto: Ninari Chimba Santillan
Fotografías: Ivan Castaneira

Feria y diversidad de semillas

Las evidencias materiales más antiguas como son los restos de semillas, frutos, polen, herramientas de crianza de las plantas nativas datan, las más antiguas de hace 10,000 años en la extensa región de la antiguas civilizaciónes del Tiwanaku – Caral – Valdivia y el último el Tawantinsuyu.

Tanto en la costa como en la sierra, estas evidencias nos “dicen” que en épocas tan lejanas, aquí en los andes ya se criaban plantas que juntamente con la caza, pesca, recolección de los productos silvestres del monte, como hasta ahora se viene haciendo, constituìan y constituyen la base de la alimentación y curación. Además, la presencia de productos de la selva en las excavaciones arqueológicas que se realizan en los centros ceremoniales tanto de la costa como de la sierra, nos hablan del “caminar” de las semillas, siguiendo los caminos tanto transversales como longitudinales. Desde aquellas épocas remotas lo hacían para “intercambiar” con cariño y sumo respeto a las semillas, en grandes encuentros denominados watunakuy”(encuentro de encariñamiento con las semillas o kawsay mama) que era y es la manifestación más profunda de la peculiar manera de relacionarse con la naturaleza que tienen casi a todas las culturas originarias del mundo (Indigenous Tradition and Ecology, 2001), pero con más intensidad la Andino amazónica. Una manifestación parecida a esta podemos encotnrar en las llamadas ahora “FERIAS DE SEMILLAS”.

Entonces, la cosmovisión de los pueblos originarios tanto del tahuantinsuyu como de Abyayala en general, ha hecho posible que los ahora llamados campesinos, aun conserven y críen con mucho trabajo, cariño y dedicación una gran diversidad y variabilidad de semillas para su alimentación, nutrición y prevención y/o curación de enfermedades, desde hace 10,000 años a más hasta la actualidad. Alimentos que nutren y curan (nutraceúticos o funcionales) a todas y a todos sin excepción.

Más del 60% de los alimentos que se consumen en las grandes ciudades del país, vienen de las chacras campesinas, donde, por ejemplo las diversas variedades de papa, maíz, frijoles y yuca, siguen siendo criadas con los propios saberes ancestrales.

Así mismo cada semilla, cada planta para el saber milenario de los pueblos originarios de los andes como en el Ecuador, tienen atributo de persona, es decir que tienen cultura propia, lenguaje propio, por esta razón para muchos campesinos y campesinas indígenas son llamados parientes silvestres a las plantas filogenéticamente relacionadas con las especies cultivadas que crecen espontáneamente en el paisaje que rodea a las chacras, es decir, que nadie las ha sembrado, como por ejemplo la quinua, kiwicha, poroto, tarwi, kañiwa, y la curativa como la jíkama o yacón, mashua, uña de gato, sangre de drago, maka, zapallo, etc.

Durante milenios los ancestros andinos han convivido con el “cambio climático”, ya que a decir de los abuelos el clima tiene temperamentos, es una persona más del paisaje local, por eso los runakuna junto a sus semillas de tiempo en tiempo bajan o suben, viajan a lugares lejanos, para luego retornar nuevamente, ellos mismos o sus generaciones venideras, como es el caso de los “mitimaes”, caminantes milenarios que asemillaban en el Tawantinsuyo.

El Watunakuy, es un momento y un espacio ritual para fortalecernos y reencontrarnos acompañados de las semillas de diversidad, que nos alimentan y permiten la regeneración de la vida. aún en estos momentos de crisis climática y de valores, que ponen en peligro la continuidad de la vida.

Diversidad de semillas

Los Andes son un centro de origen de agricultura y cultura. Es además un centro de megadiversidad biológica y cultural, por lo que Ecuador está en un lugar especial ya que recibe la influencia de las corrientes marinas fría de Humboldt al sur del país y cálida del Niño al norte, así como de los vientos alisios que combinados generan “una gran variedad de regímenes climáticos” que marcan la pluviosidad e influyen en la precipitación. Esta “suerte de encuentros” otorgó que al igual que la megadiversidad en semillas, plantas y animales, florezca también la diversidad humana empotrada en una simbiosis mutua, equivalente y que en consenso floreció entre humanos naturaleza y deidades.

El paisaje andino amazónico con sus estribos occidental, la Costa, la Sierra andina, los valles, la Amazonía con la selva alta y selva baja se caracteriza por su gran diversidad, variabilidad y densidad ecológica, marcada por su ciclicidad anual por lo que se define como pluriecológico y megadiverso. Un 10% de todas las especies de plantas que hay en el mundo se concentra en Ecuador, así como 1600 especies de aves que habitan el territorio continental; en Perú se reúne el 82% de las 103 zonas de vida natural que existen en todo el mundo28; de la misma forma, en Bolivia se encuentran 20.000 especies de plantas, entre las que están 160 parientes silvestres de variedades cultivadas29, y en este paisaje territorial la mayoría de comunidades indígenas campesinas está conformando campos de cultivo, pastos naturales, montes, arbustos y hierbas naturales, siendo el clima y el suelo (ser vivo) lo que caracteriza a este paisaje.

Perú, Ecuador y Bolivia donde habitan nacionalidades indígenas de culturas andinas amazónicas agrocéntricas (la vida gira alrededor del cultivo de plantas) son el centro de origen de una de las culturas más antiguas del mundo, cuyos inicios se remontan a 10 000 años o más.

Ritualidad, saberes y cultura de las semillas.

¿Con qué saberes se ha conservado la diversidad de semillas?

En 10,000 años de crianza, se ha enriquecido con saberes que propician la diversidad y variabilidad que conviene al fluir de la vida andino-amazónica.

Estos saberes que derivan de una peculiar manera de relacionarse con una naturaleza, diversa y variable, ahora llamada cosmovisión, es el modo de vida de los miles de pueblos que a lo largo, ancho y alto de los andes y la amazonía, viven criando chacras. Para ellos esto no es un modo de ganarse la vida.

Estos saberes muchas veces invisibilizados por la cosmovisión dominante, mediante la escuela rural, el sistema educativo y las propuestas de desarrollo propiciadas por las instituciones oficiales y ONG’s desarrollistas, están vigentes, aun en las comunidades que han perdido sus niveles de organicidad tradicional. Es cuestión de motivar su resurgimiento mediante un continuo acompañamiento, pero desde su propia cosmovisión.

Estos saberes de crianza de la diversidad en las chacras, comprenden las llamadas señas (indicadores delclima), las prácticas de crianza del suelo, agua y microclima y de las mismas plantas de cultivo y los “secretos”, que son los saberes que vistos desde la concepción tecno-científica de occidente moderno, son catalogadas como creencias o supersticiones.

En los Andes no hay acto, lugar, persona, cosa ni fecha que no sea sagrado, que no sugiera ritualidad. Todo es motivo de cariño, celebración y respeto.

El suelo y las semillas son vivenciados al mismo tiempo en determinadas circunstancias como deidades y como integrantes de la comunidad natural (humana- naturaleza y deidades). No es que la tierra o la semilla en un momento sean objetos de una tecnología empírica, y en otro momento un símbolo de lo sagrado que merece trato ritual. Cada una de las formas de vida participa de las demás. En los Andes no hay lugar para el principio de no contradiccion. Se puede ser naturaleza y deidad al mismo tiempo y en las mismas circuntancias, razón por lo que a la Pachamama se le considera deidad.

“… la semilla, la mujer y la Pachamama son lo mismo, eso lo sabemos por los sueños, la tres representan como tres mujeres, es porque tienen el mismo “ushay” o espíritu.

Ritualidad

El rito es conversación ceremonial entre personas patentes y concretas que refuerzan en estos actos los lazos cotidianos de solidaridad y reciprocidad en la regeneración de la vida. El rito es para celebrar el “santo” o lo “sagrado” de una de ellas, ocasión festiva y de alegría en que se profundizan las relaciones de armonización y de encariñamiento que permitan la recreación saludable del cosmos o Pacha. En el ritual se convoca a todo el ayllu – animales-semillas nativas-plantas silvestres, ríos y lagos, etc.) y a las otras formas que anidan en cada semilla. Los kichwakuna lo llaman su “espíritu”, su aliento, a estas otras formas. Ambos constituyen la pareja el shuk (el uno con el otro) que hace la armonía de toda persona sean estas humanas, naturaleza o deidades.

Estos eventos son de hondo respeto pues las semillas son la muyu okawsay mama – madre vida o semilla, lo seminal, lo vivificante la deidad femenina, que permite la regeneración de la vida. Las ceremonias nos colocan en el meollo de la regeneración de todos los seres del Pacha (cosmos), pues sin ella sería inviables, se “apagaría” la vida.

Cada uno de los seres que acompañan en el festejo y la celebración a las semillas que usualmente se hace en “pawkar raymi” y / o carnavales están en su momento de fiesta, vivenciando la misma circunstancia que la semilla atraviesa. La semilla en sus momentos festivos, danza, baila, ríe y canta como deidad (illa de los cultivos), como kawsay mama junto a las humanas/os que andinamente se acompañan al festejo.

Saberes

Los saberes ancestrales están tejidas al allí kawsay ayllupi o buen vivir en familia pues nace de la experiencia y vivencia de vida colectiva de los pueblos y naciones indígenas y nativas. Surge de la relación armoniosa entre los seres humanos su medio ambiente y deidades; Es decir, del uso sostenible de los recursos basándose en la cosmovisión andina.

El tejido de la agrobiodiversidad andino amazónica, en su diversidad de especies y variedades de plantas alimenticias y curativas no es un azar. El suelo comparte con el clima las características de diversidad y densidad, así como su accidentado relieve.

Frente a la agudización de los efectos del cambio climático, el incremento de emisiones de dioxido de carbono, la perdida de la biodiversidad y la inseguridad alimentaria, es necesario rescatar los saberes y las tecnologías ancestrales para beneficio común.

Necesitamos escuchar la sabiduría de los pueblos andino – amazónicos que en diez mil años de vivencia, han desarrollado saberes de crianza de una gran diversidad y variabilidad agrobiológica y que ha permitido tener suficiencia alimentaria a pesar de los cambios climáticos de ciclicidad irregular, que en este largo periodo de tiempo ocurrieron en los Andes.

Musica y semillas

Taki samay. Música para la crianza de la chakra

Criar la chakra como todo en la vida, no es algo dado sino que se aprende en la conversación con los otros, en la escucha, en la participación de las actividades, fiestas y rituales. Solo el que escucha, el que está en el otro, el que sabe sintonizarse, el que se deja criar, el que tiene la incompletitud a flor de piel, aprende.

Cada cosa debe hacerse en su momento y con buen ánimo. Por lo tanto la música que se canta y se entona debe acompañar a la naturaleza, no debe perturbar. La música de siembra debe ser tocada y bailada en la siembra y no en la cosecha.

Esta particularidad de “tocar música” para que las plantas se animen a crecer con buen ánimo, se da en los Andes porque la vivencia parece diferente. En la Yachay Wasi se sigue este camino ayudados del Calendario Ritual Agrofestivo, CARAC que nos guía a los docentes y estudiantes a no inventarnos algo fuera de la naturaleza sino empatadas a ella, que nos involucra por mes a cantar y tocar como “el santo suelo” o Pachamamita nos dice, de ahí que el show de tarima o el espectáculo lo dejamos para otros momentos.

Hablar de caminos de semillas es recordar las sequías, las hambrunas, los aluviones que siempre han existido, existen y existirán, sólo que por su modo de ser, caminan de lugar en lugar organizando y reorganizando la vida de todo cuanto existe en la naturaleza.

En la cultura indígena campesina andina amazónica llena de diversidad y de cambios, el aprendizaje tiene la particularidad de ser circunstancial. Se aprende la siembra cuando es de sembrar, la cosecha cuando es de cosechar y es para la siembra o cosecha de ese momento. Si la madre luna dice hay que aporcar, se tiene que aporcar.

Guardianes de semillas de Cotacachi.

La intimidad con la tierra y sus seres, el profundo respeto hacia todas las formas de vida, el cuidado como regla en todos los desenvolvimientos de la vida diaria, la práctica cotidiana del reciclaje, la lucha continua para una auténtica soberanía alimentaria, los esfuerzos para recuperar semillas olvidadas y perdidas, granitos tan pequeños como cruciales para volver a construir los cimientos de una humanidad en armonía con la naturaleza, y un mundo más justo, un mundo que algún día sí existió y es evidente en la bioferia de Cotacachi denominado “muyu raymi” o fiesta andina de la semilla nativa, protagonizado por las comunidades indígenas campesinas del catón Cotacachi provincia de Imabura, que están en proceso de vitalización y regeneración para alcanzar en un tiempo no muy lejano a un “watunakuy” inter regional.

Esta visibilización y despertar de los guardianes de semillas se han dado en muchas partes rurales del campo de la sierra y de la amazonia ecuatoriana

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