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Un álgebra interminable: las contradicciones de los mercados climáticos

Larry Lohmann

Los empresarios del clima, además de buscar y explorar nuevas fuentes de mano de obra barata y materias primas, y trabajar para estimular la demanda de los productos de sus incansables inversiones, siempre han tratado de que sus negocios se beneficien –con ayuda del gobierno– de las crisis que ellos mismos han creado.
En los Estados Unidos de inicios del siglo XX, por ejemplo, las protestas de
trabajadores impulsaron la creación de una economía fordista organizada alrededor de una producción en masa rentable de bienes salariales (wage goods) baratos –una economía que, para el fin del siglo, dependía cada vez más de la explotación de la mano de obra barata en lugares como el norte de México y las nuevas ciudades industrializadas de la costa de China. Las nuevas incertidumbres en los negocios, creadas por la liberalización y globalización post años 70, se volvió una oportunidad de nuevas opciones de tasas de interés y mercados de derivados crediticios (en inglés derivatives), cuya liquidez dependía de la participación de los especuladores de Wall Street y City of London (Li Puma y Lee 2004).

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