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Trabajo, desechos y clima. Delirio por el relleno sanitario.

Larry Lohmann.

Desde hace algún tiempo, uno de los grandes temas del arte fotográfico contemporáneo ha sido el de la basura moderna. Uno tras otro, fotógrafos como  Sebastião Salgado (1997) y Edward Burtynsky (2009) han mostrado impresionantes imágenes que muestran recolectores errantes en medio de vertederos humeantes a las afueras de ciudades como Manila o México DF; migrantes que pululan encima de altas carcasas de barcos muertos para deshuesarlos y extraer el acero o los muebles, en las playas de Bangladesh; tropas de trabajadores manuales de casta inferior cargando desechos humanos de letrinas en Delhi; recolectores en el sur de China -cual si fuera la época victoriana-que cocinan sobre fuego al aire libre componentes electrónicos tóxicos desechados para extraer materiales escasos. Es bien sabido que tales fotografías ilustran no sólo la pobreza y el sufrimiento de esos seres humanos, sino también el volumen sin precedentes de desechos -en su mayoría de nuevos tipos-producidos por la manufactura y el comercio internacionales. Pero también son importantes por otra razón: ofrecen un recordatorio de que el tratamiento de los residuos siempre será una forma de trabajo. Y cuanto más residuos, más trabajo.

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