A pesar de que las negociaciones del ALCA se han llevado a cabo en secreto, algunos rasgos han ido saliendo a la luz en forma paulatina y se puede intuir que se tratará de una regionalización del NAFTA, con algunas adiciones copiadas de otros acuerdos como la OMC.
Para EE.UU. la negociación de un acuerdo sobre la liberalización de servicios, es decir: educación, salud, energía, transporte, suministro de agua (o cualquier cosa que no es mercancía) es una prioridad, al igual que los derechos de los inversionistas, según los cuales sería posible que las transnacionales demanden a un Estado por la pérdida de ganancias debido a la introducción de mayores límites impuestos por la legislación laboral, ambiental etc.
La apertura de los mercados a la importación de alimentos transgénicos y carne tratada con hormonas será también un objetivo. Mientras en Seattle hubo un intento de firmar un acuerdo para reducir los aranceles sobre productos maderables, con la consecuente promoción de plantaciones y la pérdida de bosques nativos y su biodiversidad, hasta la fecha no hay señales de que esto esté otra vez sobre el tapete. Sin embargo, dado el afán de EE.UU de negociar este acuerdo en Seattle, sería poco sabio no estar pendiente del tema.
Finalmente, según Public Citizen, organización activista de EE.UU, éste pretende expandir al resto del hemisferio las reglas de proteccionismo empresarial acerca de patentes, plasmadas en el NAFTA, reglas que otorgan a la empresa titular de una patente, en un país determinado, los derechos monopólicos de comercialización de un artículo en toda la región.
En su conjunto, el plan comercial del ALCA tiene un aspecto más amplio y más peligroso que cualquier acuerdo existente.
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