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La brecha de la circularidad y el crecimiento de los movimientos mundiales por la justicia ambiental

Joan Martínez-Alier

La economía industrial seguía creciendo hasta 2020. La energía de la fotosíntesis del pasado lejano, los combustibles fósiles, se quema y se disipa. Incluso sin un mayor crecimiento económico, la economía industrial necesitaría nuevos suministros de energía y materiales extraídos de las «fronteras de las materias primas», produciendo también más residuos (incluyendo cantidades excesivas de gases de efecto invernadero). Por lo tanto, surgen continuamente nuevos conflictos ecológicos distributivos (CED). Los estamos registrando en el Atlas de Justicia Ambiental (ejatlas.org).

Calisto Friant et. al., 2020 presentan una rica tipología de los discursos sobre la economía circular. En pocas palabras, el concepto de «economía circular» implica que los recursos materiales podrían obtenerse cada vez más desde dentro de la economía, reduciendo el impacto ambiental al aumentar la reutilización y el reciclaje de materiales. Sin embargo, el análisis biofísico y metabólico cuantitativo (Fischer-Kowalski y Haberl, 2015) revela que para la economía de la UE-27 solo se recicló alrededor del 12% de los insumos materiales en 2019 (Strand et al 2021). Existe una enorme «brecha de circularidad». La economía industrial no es circular, es entrópica (Haas et al 2015, 2020, Giampietro y Funtowicz, 2020), por lo que requiere nuevos suministros de energía y materiales extraídos de las antiguas y nuevas «fronteras de las mercancías» (Moore 2000, Joseph, 2019, Gerber, 2020, Hanáček et al 2021), y produce residuos contaminantes. Por lo tanto, surgen conflictos de distribución ecológica. Los movimientos de resistencia nacidos de tales conflictos pueden ayudar a mover la economía en una dirección menos insostenible (Scheidel et al, 2018, Temper et al 2020).

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