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INVESTIGACIÓN EN TRANSGÉNICOS, ¿UNA NECESIDAD DEL ECUADOR?

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Dos declaraciones importantes tuvieron lugar la semana pasada con relación a los cultivos transgénicos. Por un lado, un grupo de científicos de la Organización Mundial de la Salud  (OMS) reconoció que el glifosato, el principal componente del paquete tecnológico de los cultivos transgénicos, puede causar cáncer. Este anuncio significó un duro golpe para Monsanto, la empresa que fabrica el químico, con ventas superiores a los 6 mil millones de dólares al año.

Aunque la noticia causó un fuerte revuelo por tratarse de una declaración hecha por una agencia de Naciones Unidas, desde 1991 la Agencia Ambiental de los Estados Unidos ya tenía claro el potencial cancerígeno de este herbicida (1).

La declaración de la OMS se hizo pocos días después de que la Relatoría Especial del Derecho a la Alimentación de las Naciones Unidas Hilal Elver manifestara su preocupación por los impactos a la salud de los cultivos transgénicos y porque éstos conducen a prácticas monopólicas e intensifican el poder del mercado por parte de las empresas dueñas de la patentes de las semillas transgénicas.

Por otro lado, mientras se hacían estos anuncios a nivel internacional,  el presidente del Ecuador declaraba que en el país si se puede hacer investigación con transgénicos, y reiteró que fue un error el que se haya introducido una prohibición a los cultivos transgénicos en la Constitución.

Al respecto, es necesario saber que para desarrollar un nuevo rasgo transgénico se requiere, como mínimo, 13 años. Luego hay que introducirlo en el organismo receptor y ver si funciona. El costo aproximado es de unos 136 millones de dólares, por lo que la mayoría de países que trabajan en investigación genética lo que hacen es evaluar rasgos genéticos desarrollados y patentados por transnacionales biotecnológicas, lo que impide alcanzar una investigación científica soberana.

Muchos creen que los transgénicos pueden resolver la mayoría de problemas que aquejan al agro, pero en realidad no es así.  En las tres décadas que tienen las investigaciones sobre este tema,  ha habido apenas dos éxitos comerciales en cuanto a rasgos transgénicos para la agricultura: la resistencia a herbicidas (especialmente a glifosato), y la producción de plantas que traen incorporado su propio insecticida (cultivos Bt). Ambos responden a los problemas que emergieron de la revolución verde: la aparición de plagas y malezas por la expansión de los monocultivos.

Pero la pregunta más importante que debemos hacernos es si ese es el tipo de investigación que necesita el país.  Mientras algunos sueñan con hacer transgénicos, en el Ecuador importamos prácticamente todas las semillas hortícolas: por ejemplo, el 95% de las semillas de alfalfa que se importa en el Ecuador provienen de Estados Unidos, así como el 70% de las semillas de cebolla y el 52% de tomate.  Importamos además semen bovino, huevas de pescado, cuajo para la elaboración de queso y otras enzimas. El Ecuador también importa vacunas, reactivos de diagnóstico, plasma humano, etc.

Es momento de dejarnos de novelerías y trabajemos en los temas de investigación que un país soberano necesita.

Acción Ecológica
30 de marzo de 2015

Más información:
ebravo@rallt.org
www.rallt.org

(1) Ver el informe de la EPA en: http://www.epa.gov/opp00001/chem_search/cleared_reviews/csr_PC-103601_30-Oct-91_265.pdf

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