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ENCENDIENDO EL DEBATE SOBRE BIOCOMBUSTIBLES

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Hace más de 20 años leí un cuento de Julio Cortázar en el que narraba cómo su casa iba siendo tomada por ruidos. Poco a poco cada cuarto, cada rincón fue siendo invadido por ruidos inexplicables. Los dos habitantes de la casa fueron clausurando cada zona ocupada por estos ruidos, hasta que finalmente tuvieron que huir cuando sintieron que la casa estaba totalmente tomada. El cuento fue escrito como consecuencia de un sueño del genial escritor.
Aunque en principio pareció ser una lectura más, creo, que algo quedó guardado muy grabado en algún lugar de mi memoria.
Cierto día, años después, cuando vivía en Brasil, me desperté desesperado por un sueño aterrador. Entré a mi casa y cuando abrí la llave de agua de la cocina para llenar un vaso salió gasolina. Cuando fui al baño, la orina ya no era tal sino un líquido muy similar al diesel. De la cisterna salía fuel oil. Y de repente el cielo se oscureció y comenzó a llover alcohol combustible. Era un sueño muy loco, talvez un tanto más moderno que aquel de Cortázar, pero muy similar y sobre todo muy aterrador. Se producía una invasión de los combustibles. El mundo era invadido por combustibles. No era solo la casa que estaba tomada.  Desperté sofocado, preocupado y corrí al baño. Me tranquilice rápidamente cuando abrí la llave y vi que salía agua. Entonces respiré hondo y volví a dormir. Pensé que debía leer un poco menos de literatura y me felicité por la suerte de que hubiese sido solo un sueño.

Aunque al final de cuentas no sé si fue solo un sueño o una premonición o un mensaje de otra reencarnación, porque lo cierto es que hoy vivimos por y para los combustibles. El mundo y los intereses del mundo giran alrededor de los venditos combustibles. Todo es combustible hasta que se demuestre lo contrario me decía un amigo el otro día. Es verdad, todo es combustible, incluidos los diputados destituidos y muchos de los que no lo fueron, incluido el más alto funcionario de la estatal Petroecuador que en todo lugar ve combustible y dólares. Todo es combustible hasta que se demuestre lo contrario, es una frase casi mágica que podríamos introducir en la nueva Constitución.

Pero como si fuera poco aquel sueño, del que debí escribir un cuento para olvidarme, acepto leer el libro “Encendiendo el debate sobre biocombustibles” de Elizabeth Bravo. Y este libro me confirma lo peor: mi sueño se está transformando en realidad. Pero una realidad mucho más loca, porque según nos cuenta con lujo de detalles, ahora los combustibles brotarán del maíz, de la caña de azúcar, de la palma africana, de la soya… Y le llaman biocombustibles, “¿bio?” ¡qué interesante!

Entonces, además de todo, plantaremos combustible, cosecharemos combustible, comeremos combustible y… bueno imagínense…

En este libro en el que se destaca una profunda investigación, Elizabeth Bravo nos cuenta que el desarrollo de los bio-combustibles implica que muchísimas tierras agrícolas que actualmente son usadas para la producción de alimentos, o ecosistemas naturales, van a ser utilizadas para cultivos que sirvan para producir combustibles. Y nos cuenta además que para llenar un tanque de un carro de 25 galones con etanol se necesita una cantidad de maíz equivalente a lo que necesita una persona para alimentarse durante un año. Con lo que se llena ese tanque durante dos semanas se podrían alimentar 26 personas en un año.

Quienes se benefician de este nuevo negocio son las mismas empresas petroleras, como Repsol por ejemplo que está instalando plantas de biodiesel junto a las plantaciones de soya transgénica en Argentina. Y las grandes empresas agroexportadoras.

Y como bien lo dice Elizabeth Bravo aunque se podría obtener biocombustible a partir de algunos productos nativos, para resolver necesidades energéticas a nivel local, el problema es la gran escala. Para suplir las necesidades energéticas globales y ayudar a reducir el calentamiento global se necesitarían millones de hectáreas de tierras agrícolas y la incorporación de otras tantas a costa de ecosistemas naturales, lo que repercutiría en la soberanía alimentaria de los pueblos, en las pequeñas agriculturas familiares y en la biodiversidad. Entonces puede ser peor el remedio que la enfermedad.

Pero además este libro nos detalla quienes son lo mayores consumidores de petróleo y cómo se consume ese petróleo. Nos analiza la influencia de este consumo en el calentamiento global. Nos explica como se daría la substitución de los combustibles derivados del petróleo por los bio-combustibles. Nos analiza además cuáles son y de dónde se obtiene los diferentes biocombustibles como el etanol o el biodiesel. Nos narra la historia de estos combustibles. Nos explica la realidad de éstos combustibles en Estado Unidos y la Unión Europea (donde hay bueno incentivos para producirlos). Analiza también el efecto de los monocultivos para producir biocombustibles. Nos habla de la mayoría de los países de América Latina.

Nos describe el sueño, o mejor dicho la pesadilla, como si fuera realidad. O al revés nos describe la realidad como si fuera un sueño, o mejor dicho una pesadilla. Nos da información, nos ilustra los intereses que hay atrás de cada combustible, nos explica, nos informa.

Brasil  concentra el 60 por ciento de la producción de etanol hecha a partir de caña de azúcar a nivel mundial. En 1975 durante la dictadura brasileña se lanzó el Pro Alcohol, un proyecto que promovía la necesidad de este país de disminuir la dependencia petrolera. Pocos años después, viviendo en Brasil observaba que los brasileños se burlaban del Pro Alcohol porque los carros que funcionaban con etanol debían permanecer tiempo calentándose para poder arrancar. El chiste de la época decía que todo los emprendimientos brasileños como el Pro Alcohol no funcionaban porque eran emprendimientos subdesarrollados. Hoy las dificultades se superaron y la producción brasileña de etanol se multiplicó. Persistencia y mirada estratégica de un país que busca ser hegemónico.

La promoción de la sustitución de los combustibles fósiles por los biocombustibles impulsada por Brasil es parte de ese proceso por disminuir su dependencia del petróleo sin ser productor, y de la necesidad de colocar su producción de etanol.

Un interés, que en parte ahora parece coincidir con el de Estados Unidos, que también quiere empezar a sustituir esa dependencia, pues su inteligente primer mandatario se dio cuenta que ya no es tan fácil invadir países para apropiarse del petróleo. Irak le está dando el mejor ejemplo de eso.

Países con gobiernos progresistas que no son productores de petróleo, o incluso algunos que tienen reservas limitadas ven en los biocombustibles una salida a la crisis energética, tal vez por falta de información.

Lamentablemente también, algunos gobiernos de izquierda como el de Cuba y Venezuela, que hace poco hablaron contra los biocombustibles en defensa del petróleo, antes hablaban a favor. Cuba incluso, a pesar de los cambios revolucionarios no pudo eliminar su dependencia del monocultivo de caña de azúcar. Venezuela, gran productor de petróleo, sabe que los biocombustibles pueden ser una competencia para el petróleo, del que depende Estados Unidos, su mayor comprador. Sin embargo, durante la última cumbre de los países suramericanos Venezuela se amigó nuevamente con Brasil y con los biocombustibles.

Hasta hace poco el presidente Chávez había dicho que producir biocombustibles era transformar la comida en combustible. En la cumbre dijo que Venezuela está interesada en el 50% de la producción de etanol brasileña, y que no es lo mismo biocombustible a partir de la caña de azúcar que biocombustible a partir del maíz.

Todo el mundo tiene derecho a defender sus intereses económicos y geoestratégicos. Y todo depende del interés con que se mire.

El libro de Elizabeth Bravo, con un leguaje accesible para los que no somos conocedores de la materia, con cuadritos y muchos datos nos introduce en la realidad de los biocombustibles a nivel mundial. Nos abre la puerta para empezar a debatir el tema y nos da pautas para profundizar en ese debate. Es un libro fundamental para los tiempos que corren, no solamente para los ecologistas. Debería ser materia de lectura en las universidades y colegios. Sin duda es bueno saber lo que puede ocurrir antes de que ocurra. Es bueno informarse mejor.

En todo caso, cuando hablamos de combustibles, sean fósiles o biocombustibles lo que prima es el interés económico, el negocio y las necesidades estratégica. Ni los gobiernos, ni mucho menos las empresas colocan, ni colocarán, como preocupación fundamental los daños ecológicos. Lo demás es cuento como mi historia del comienzo.

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* Texto leído durante la presentación del libro “Encendiendo el debate sobre biocombustibles” de Elizabeth Bravo, el 24 de abril en la Universidad Católica de Quito.

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