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Del temblor a la reparación: El terremoto del 16 de abril 2016 y la vida campesina de Manabí

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Los fenómenos naturales extremos se convierten en desastres cuando han existido vulnerabilidades previas, y éstas no han sido atendidas adecuadamente en el proceso de reconstrucción; cuando se marginaliza a los más marginalizados, y se fortalecen los que tienen poder.

En estos escenarios es importante plantearse varias preguntas sobre cómo opera el poder frente a fenómenos geofísicos y ambientales, que dan lugar a escenarios de desastre, y los que se activan en el post-desastre (Claus, et al, 2015).

Naomi Klein (2014) en su propuesta sobre la “doctrina del shock”, muestra cómo en situaciones similares a las que se vivieron en las provincias de Esmeraldas y Manabí después del terremoto y en la reconstrucción, son propicias para la introducción de políticas públicas que favorecen a lo que la autora llama “el capitalismo del desastre”. Para ilustrar su teoría, ella presenta algunos casos en los que, empresas de distinta naturaleza, se enriquecieron a costa de los damnificados de distintos desastres. Este fue el caso de poblaciones damnificadas por el tsunami de 2004 en Sri Lanka y las Islas Maldivas, quienes fueron desplazadas para favorecer el desarrollo de una red de hoteles de lujo. De la misma manera, a raíz del huracán Katrina en Nueva Orleans, se inició un proceso de implementación de complejos habitacionales en zonas antes ocupadas por poblaciones afroamericanas, y que fueron “blanqueadas” con población más pudiente.

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