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30 AÑOS DE LIBRE COMERCIO. REHACER LAS AMÉRICAS PARA EL CAPITALISMO GLOBAL.

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PRÓLOGO

Desde hace tres décadas los tratados de libre comercio (TLC) ocupan un lugar preferencial en la nueva arquitectura del comercio mundial. Prácticamente todos los países del planeta tienen ancladas sus economías en esta modalidad jurídica y política, una de cuyas principales características ha sido la progresiva desnacionalización del comercio, una condición mediante la cual las gigantescas corporaciones transnacionales imponen sus agendas por en- cima de las decisiones de los Estados.

Este proceso, sin embargo, no difiere en esencia de lo que venía ocurriendo desde mucho antes. Tal como lo señala Jeremy Rayner en 30 Años de Libre Comercio. Rehacer las Américas para el Capitalismo Global, el libre comercio tiene una lógica que opera inclusive al margen de los TLC, y que depende principalmente de la estrategia de neoliberalización de la economía que se venía desarrollando desde los años 70 del siglo pasado.

En ese sentido, los TLC solo serían una nueva modalidad para afinar el avance y la expansión de un capitalismo dirigido por las corporaciones transnacionales, con normas y procedimientos que aseguren sus ingresos. Por eso resulta tan acertada la afirmación de Jeremy Rayner en el sentido de que el libre comercio no se opone a la existencia del Estado, sino que busca que este facilite la acumulación capitalista en manos de estas corporaciones. En efecto, y tal como lo analiza Zygmunt Bauman, la globalización implicó, muy al contrario de lo que se suponía, la proliferación de Estados nacionales en desmedro de la supuesta unificación política mundial. El capitalismo corporativo necesita de estructuras jurídico-políticas internas que controlen los impactos sociales y humanitarios que provoca una economía irracional y desbocada. De ese modo, los gobiernos terminan convertidos en poco más que grandes comisarías al servicio del capitalismo global.

Descifrar los límites de la formalidad institucional que interviene en los TLC es fundamental para entender los objetivos y mecanismos de funcionamiento que los promueven y que actúan tras bastidores. Más que acuerdos entre Estados, los TLC son acuerdos entre las élites de todo el planeta, tanto aquellas que asumen un rol hegemónico por ser parte de los países ricos como las élites sumisas de los países del sur global, que también obtienen una buena tajada de los negocios. El objetivo fundamental es proteger las inversiones y beneficios del capital en su conjunto.

¿Qué busca el capitalismo global con los TLC? Básicamente, recursos naturales, mano de obra barata y mercados donde colocar sus productos. Para conseguirlo, los TLC han establecido cinco categorías o condiciones básicas que están muy bien detalladas en el presente libro: cadenas de producción transnacionales basadas en la total laxitud de las leyes ambientales y laborales; flexibilidad arancelaria para un dominio transnacional del comercio, con impactos devastadores en sectores como la alimentación; control territorial para viabilizar actividades como la extracción indiscriminada de minerales; monopolización de la economía a partir de normas como los derechos de propiedad intelectual, que favorecen de manera exclusiva a la industria de los países ricos; y, finalmente, una especulación financiera que promueve los paraísos fiscales y deriva en la incapacidad regulatoria de los Estados sobre los flujos de dinero.

Estas cinco categorías evidencian la parte sustancial de los TLC, más allá de las diferencias que pudieran existir entre sus distintas versiones, que más bien tienen un carácter superficial. Es lo que ocurre en América Latina. Por ejemplo, en México y en Améri- ca Central se prioriza la instalación de maquilas, mientras en los países del sur del continente se apunta a la extracción de recursos naturales mineros o agrícolas. Estas particularidades provocan a su vez impactos diferentes en los sectores sociales afectados (trabajadores, campesinos, mujeres, microempresarios). Sin embargo, la constante de los TLC es que deterioran los derechos y las condiciones de vida de los grupos subalternos de la sociedad. En el caso de la soberanía alimentaria, los impactos son incalculables para los sectores populares urbanos y rurales.

Estas desigualdades tienen su correlato en el plano geopolítico: los países del sur global son los más perjudicados en términos genera- les. Por esta razón, el alineamiento de nuestros países con determinados bloques de poder mundial, bajo el argumento de la necesidad de conseguir contrapesos frente a una potencia hegemónica, apa- rece como una opción que oscila entre la inutilidad y la candidez. En el mundo actual, las disputas geopolíticas no implican una con- traposición de sistemas, sino una puja por intereses parciales dentro del marco unívoco del capitalismo. Todos los TLC afectan por igual a las economías campesinas, a la naturaleza, a los derechos de las mujeres, a las microempresas locales, a la soberanía alimentaria.

En el plano jurídico, el libre comercio también juega a la hegemonía global del capitalismo. Una constitución neoliberal mundial, como lo insinúa Jeremy Rayner, limita gravemente el ejercicio de la soberanía popular y de la democracia sustantiva, porque impone normas sobre la constitucionalidad de los Estados nacionales. Como resultado, hay una evidente crisis de la democracia en todo el mundo. Una de las particularidades de esta crisis es el colapso de la representación política: los sectores sociales ven y sienten que las decisiones estratégicas se toman en espacios distintos a los de la institucionalidad formal, inclusive en reductos ajenos a la institucionalidad nacional.

En resumen, las promesas de bienestar y felicidad ofrecidas por los adalides del libre comercio se han diluido al calor de la tozuda realidad. Luego de 30 años de proliferación de los TLC, la pobreza, la violencia y las desigualdades en América Latina no han hecho más que incrementarse. El colapso de los servicios públicos, la depreda- ción de la naturaleza, la contaminación ambiental o el desempleo reflejan una crisis estructural aparentemente insuperable. Mientras las élites insistan en el mismo modelo de economía, los impactos negativos serán la tónica. Como señala John Cajas Guijarro en su extenso estudio sobre el comercio en el Ecuador, el libre mercado no implica libertad general sino libertad para que grupos concretos, en momentos históricos concretos, puedan ejecutar su proyecto de acumulación.

Jeremy Rayner concluye su estudio centrándose en las posibilidades de resistencia que tienen los sectores sociales frente a la ofensiva del libre comercio. Que existan grietas y contradicciones dentro de las propias estructuras del poder comercial mundial no implica que el modelo esté en riesgo. Simplemente se adecúa a las circunstancias y remienda sus rasgaduras. El repliegue de los Estados Unidos en la promoción de los TLC, como resultado de la resistencia laboral y ecológica interna, así como de las desavenencias entre capital patrimonial y capital corporativo, no son, necesariamente, un síntoma del colapso del modelo. La Unión Europea, y sobre todo China, se han apresurado a tomarle la posta.

En este contexto nada esperanzador, algunas iniciativas de resistencia a los TLC han sido exitosas. Lamentablemente, aún son reducidas y marginales frente al copamiento de la economía por parte de las innumerables estrategias y formas del libre comercio. Las posibilidades de oponerse radican en la capacidad de los pueblos para defender sus espacios históricos, sus territorios, sus imaginarios colectivos, sus formas autónomas de garantizar el sustento de la vida. Las alianzas estratégicas ya no pueden depender de una supuesta confrontación global entre sistemas diferentes, tal como ocurrió durante el siglo XX. La connivencia entre potencias -todas igualmente capitalistas– es una realidad inocultable. Las luchas anti sistémicas, alternativas, contrahegemónicas o como quiera de- nominárselas requieren confrontar al capitalismo como totalidad, porque una fragmentación puede llevarnos simplemente a cambiar un opresor por otro.

Hasta ahora, las experiencias desde los espacios subalternos son múltiples. Las nuevas insubordinaciones empiezan a colapsar parcialmente al sistema capitalista como totalidad. En todo el mundo surgen expresiones de descontento generalizado, cuya principal identidad es la diversidad de respuestas que se construyen frente a las crisis. Diversidad de tiempos y de agendas que logran coincidencias para arrinconar al poder. Los estallidos de 2019, por citar los más cercanos y recientes, evidencian el potencial de estas nuevas manifestaciones colectivas. Las incontables particularidades que operan detrás de estos movimientos confieren un potencial enorme a la noción de comunidad, espacio común, localidad o territorio. Son esos pequeños procesos, multiplicados por miles, los que pueden no solo resistir, sino sitiar al capitalismo.

El intercambio desigual que genera el libre comercio está acabando con la vida en amplias zonas del mundo. En América Latina, las corporaciones multinacionales nos inundan de mercancías al mismo tiempo que expolian nuestros recursos naturales, biológicos, 9 culturales. Las particularidades o diferencias que puedan mostrar

estos fenómenos no alteran su naturaleza depredadora, porque la esencia del capitalismo es única. Contra eso, precisamente, deben orientar la resistencia y la ofensiva los perjudicados del mundo.

El libro que van a leer a continuación constituye, en este contexto, un insumo central para comprender los antecedentes, el proceso y las eventuales consecuencia de los TLC en los países de América Latina. Usted lector, lectora, está frente a una aguda y ordenada disección de la compleja problemática política y económica que nos marcará como región en los próximos años.

Juan Cuvi
Quito, 14 de noviembre de 2023

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