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2018, a diez años de los derechos de la Naturaleza

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Este 2018 celebramos diez años de la nueva Constitución, aprobada en 2008, y por lo tanto diez años de reconocimiento de los derechos de la naturaleza.
En esa constitución se dice: NOSOTRAS Y NOSOTROS, el pueblo soberano del Ecuador, CELEBRANDO a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somos parte y que es vital para nuestra existencia, Decidimos construir una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay.

Diez años después nos encontramos con un balance doble: lamentable si evaluamos las acciones gubernamentales que hicieron caso omiso de estos derechos y por el contrario profundizaron el modelo extractivo, pero positivo si hacemos un recorrido por los territorios en donde las organizaciones han sostenido sus luchas en defensa de los territorios y sus naturalezas vivas.

Después de diez años con derechos de la naturaleza seguimos enfrentando procesos de ocupación, imposición y despojo de los territorios, al mejor estilo de la acumulación originaria. Muchos de esos procesos de ocupación y despojo aumentaron, presionando más sobre las últimas fronteras de territorios indígenas o áreas protegidas: el proyecto minero Mirador sobre la mágica cordillera de El Cóndor; operaciones petroleras de las empresas más cuestionadas por sus prácticas: las chinas y la propia Petroamazonas, sobre la zona más biodiversa del planeta, el Yasuní; los proyectos hidroeléctricos, sobre centenares de comunidades desplazadas; las semillas transgénicas, sobre la agrobiodiversidad y las economías campesinas.

 Han sido años dramáticos en donde no hay territorio a salvo. Incluso Galápagos, si se recuerda la brutalidad de la pesca realizada por la flota china.

 El balance del 2017 no fue mejor para la naturaleza. No se ha parado ningún proyecto destructivo. Se renunció a un cambio de modelo porque se mantuvo el extractivismo; y si acaso, amainaron los conflictos, la criminalización y la censura.

 2017 fue el año en que lanzamos la Ruta por la Verdad y Justicia para la Naturaleza y los Pueblos. Terminamos un primer ciclo con la realización de 15 audiencias en distintos territorios para tratar los casos del petróleo en el Yasuní, las operaciones de Chevron-Texaco, la mano sucia de Petroamazonas, o las refinerías, dentro de la ruta de la Anaconda. Las operaciones mineras en la cordillera de El Cóndor, en Intag, o en páramos, dentro la ruta del Jaguar. La situación de los pueblos fumigados, el banano, la producción industrial de la carne, la afectaciones de la palma aceitera, el secuestro de los ríos, dentro de la ruta del Ceibo. Y los desplazamientos, la urbanización salvaje, los basurales, dentro de la ruta del Colibrí.

 La Ruta por la Verdad y la Justicia ha sido un recorrido internándonos en los territorios y escuchando directamente a los y las afectadas. Se han realizado procesos de verificación de denuncias sobre diferentes casos de devastación, que serán el sustento del informe de evaluación. Varios de esos procesos de verificación se transformaron en creativas acciones directas de denuncia, como medir la carretera del Yasuní con los cuerpos de los Yasunidos; revivir las manchas negras del petróleo con la imagen de un plástico negro que sale de las estación Pacayacu; recorrer el mar con las denuncias de las comunas afectadas por la Refinería del Pacifico o por las camaroneras en todo el litoral; intentar salvar un cerdo del escenario de tortura que se vive en las granjas de Pronaca; o recorrer Gualaquiza al son de tambores, develando murales realizados por artistas.

Después de diez años de presión sobre los territorios, con un acumulado de denuncias contenidas e indignación y criminalización, las luchas por la defensa de la naturaleza adquieren cada vez más resonancia. Se ha logrado llevar la calle a los territorios y acercar el país a esas luchas locales.

 En medio de la crisis de la izquierda, la corrupción y un conservadurismo reforzado de la derecha, el ecologismo plantea rutas sanadoras, sobre todo coherentes. Los temas de la naturaleza remueven, sanan, movilizan. En la disputa de modelos, de horizontes y de futuro, la única victoria que podemos exhibir como balance del año y de la década es el avance en la conciencia del Ecuador profundo, y eso no es poca cosa.

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